domingo, 24 de julio de 2011

Mardito roedore

Convivo con dos perros adoptados, una gata que dejaron abandonada en nuestro portal y que acabó uniéndose a la tribu porque era negra y por lo tanto, sus posibilidades de adopción era reducidas, plantas a las que les tengo que poner nombre porque no sé su especie... pero cuando mi marido me dijo que si podíamos tener un jerbo, casi me caigo de culo.
¿Un qué?

Según la RAE, es un “m amífero roedor norteafricano, del tamaño de una rata, con pelaje leonado por encima y blanco por debajo, miembros anteriores muy cortos, y excesivamente largos los posteriores, por lo
cual, aunque de ordinario camina sobre las cuatro patas, salta mucho y con rapidez. La cola es de doble longitud que el cuerpo y termina en un grueso mechón de pelos.” Pero para nosotros es ChiPina Pataki.


Vino de La Madriguera, una protectora madrileña que se dedica al rescate de roedores de las perreras municipales – donde va la gente cuando se da cuenta de que ese conejito tan lindo que compró a la niña en el centro comercial huele fatal –, de los veterinarios - “oye, te dejo aquí la camada de mi hamster, que voy a comprar tabaco y ahora vuelvo, antes de que los padres devoren a sus crías” - y de los particulares que, también de repente, ven cómo su graciosa parejita de roedores acaba de tener nueve crías de nada y ya están dale que te pego otra vez. Una protectora que aguanta estoicamente la risa cuando le preguntas si el jerbo, de
unos 16cms de longitud, lo dan castrado y con chip.


Estuvo en una jaula hasta que mi marido le hizo un terrario de 100x60 y al poco tiempo llegó el temido “yo creo que una compañera no le vendría mal”. Así adoptamos a Landa, ahora Alfredita, tras un largo proceso de socialización en un terrario dividido por una chapa con agujeros y en una bañera – cuando se juntan dos hembras que no proceden del mismo clan luchan hasta la muerte porque son muy territoriales.



No os podéis imaginar lo entretenido que es verlas acicalarse mutuamente, jugar a perseguirse por el terrario, oír los ruiditos que hace Alfredita bajo la viruta que crean de roer tubos de papel higiénico, cómo se suben a la mano en busca del maíz y cómo se avisan “taconeando” cuando la gata se sube al mueble o las mira desde la silla.



Así que, si conocéis a alguien que quiera una mascota para sus niños, que no tiene tiempo para tener perro o es alérgico al pelo de gato, recomendadle sin lugar a dudas un par de jerbos del mismo sexo, y si son adoptados, mejor.

Miss Warrior

1 comentario:

  1. ¡Me encanta!
    Yo en su día adopte a dos ratoncitas albinas también de la Madriguera.

    Es increible la de animalitos que les llegan..

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