lunes, 1 de agosto de 2011

Mi primer perro apadrinado en PROA

Desde niña me han encantado los animales, pero en mi casa nunca han querido perro, por mucho que cada año yo les insistiera diciendoles que ya era mayor y que podía hacerme cargo de él. Mis padres comprendían y comprenden la responsabilidad que ello conlleva, y por lo tanto nunca pude disfrutar de ninguno.

Hasta que un día se me ocurrió la magnifica idea de ayudar en alguna protectora de animales y así es como empezó todo.

Sobre el 2003 o así, comencé a ser voluntaria de la protectora de animales PROA me atendió un chico bastante majo y me enseñó a todos los perros. Me preguntó que si quería darme un paseo con él y con algun perro. Yo estaba ilusionadisima y accedí, miré a los perros que allí había y decidí sacar a pasear a Buti, cruce de labrador, guapisimo. He de reconocer que los primeros días tiraba de la correa muchisimo y me costaba manejarle, pero me encantaba dar paseos a su lado.



Poco a poco, la relación se fué intensificando, y Buti empezó a mostrar sintomas de ansiedad por separación, tanto cuando le dejaba en su patio, que no dejaba de llamarme y cuando yo llegaba al albergue, que antes de llegar a la puerta, él se las había ingeniado para saltar la valla de su patio y esperarme en el sitio más cercano a la puerta que podía. Yo alucinaba con su capacidad de saber cuando yo estaba llegando, pues solo lo hacía cuando llegaba yo, y por lo tanto todos los voluntarios también se daban por enterados. Era una costumbre peligrosa, porque podía llegar a encontrarse con otros perros en su camino y acabar herido. Pero Buti solo pensaba en mi llegada, no tenía ojos para nada ni nadie más. Cuando yo estaba haciendo cosas en el albergue y Buti estaba fuera de su patio siempre se pegaba a mi pierna, no podía separarse de mi. Alguna vez me tocó recibir a alguna visita con él pegado a mi. Era tan tierno. Que nunca podré quitarme de la cabeza estos momentos tan bonitos a su lado. Eso sí, en cuanto cogía la correa y saliamos a la calle, cambiaba radicalmente y volvía a tirar y a tirar, pero bueno, se lo perdonaba :)



Lamentablente un día tuvo una pelea en su mismo patio, con el perro con el que llevaba algunos años, sino me equivoco, algo que nadie nos explicabamos (Un perrito que fué adoptado hace no demasiado. Diablillo). Llegué un día ilusionada como siempre a verle y me dieron la noticia. Buti tenía varias heridas en el cuerpo, una cerca del cuello, otra por el vientre y alguna otra que ya no recuerdo. Pasé a la zona de cuarentena y no pude contener las lágrimas. Yo estaba desesperada por lo ocurrido. Incluso llegué a enfadarme con Diablillo, aunque no tuviera sentido. Buti aún así, con todas sus heridas seguía acudiendo a mi, y apoyaba su cabeza contra mi pierna, sin quererse separar.



Curiosamente a una familia de Suiza le dió pena el estado en el que estaba Buti y decidió que quería adoptarlo.
Empecé a pensar que a lo mejor por eso Diablillo le hizo lo que le hizo, aunque suene tonto. Pero sea como sea le dió la oportunidad de un hogar, a pesar de no ser un perro jóven.

Desgraciadamente nadie me avisó cuando se fué, y no pude despedirme de él. En mi cabeza estaba la alegría de que por fín pudiera descansar tranquilo en una casa, un hogar calentito y lleno de amor y la pena por no poder volverle a ver.

Pero bueno, no mucho más tarde me alegraron al pasarme unas fotos de como estaba con su nueva familia. Se le veía feliz con sus nuevos dueños y su nuevo amigo canino.

Así que yo me quedé tranquila.

Eso sí, Jamás le olvidaré 

Kelvariel

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